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El pesebre de Belén

Foto del escritor: Celina Robles MontielCelina Robles Montiel

¡Navidad! Se acerca la fecha y eso me lleva a recordar cuando de niña contaba emocionada los días que faltaban para que llegara el 24 de diciembre, cómo me gustaba ir viendo como en la calle día a día en las ventanas iban apareciendo los pinos decorados y las luces ¡qué ilusión tan grande crecía en mi corazón! Esa ilusión se conservó aun cuando dejé de ser niña y se hizo todavía más fuerte cuando nacieron mis hijos y la casa se llenó de alegría infantil de nuevo, pero llegó el día en que toda esa ilusión que experimentaba de manera natural en estas fechas desapareció y nada parecía tener sentido, el día en el que ni las luces, ni los adornos, ni los regalos, ni todo el ánimo festivo pudo confortar mi corazón roto.

Por eso sé que en medio de todo el ambiente que se vive en estos días, tratando de esconder la tristeza, intentando forzarse a sonreír hay corazones que lejos de estar alegres temen la llegada de esta fecha tan esperada en otros tiempos, porque esta será tal vez la primera o una Navidad más sin alguien que en otro momento le daba sentido a todo. Hay corazones que al empezar a ver las luces y los adornos sólo pueden pensar en que esta será una Navidad sin él o sin ella, una Navidad en la que habrá un abrazo que se quedará sin destino, en la que se esperará una felicitación, un regalo que nunca llegará.

¿Eres tú uno de esos corazones que quisieran dormirse hoy y no despertar hasta que las fiestas hubieran pasado? ¿uno de esos corazones que no encuentran motivo para celebrar? ¿sientes tu corazón aprisionado por la incertidumbre o el temor de lo que vas a sentir ese día? Yo te entiendo porque alguna vez sentí lo mismo, pero en medio de todo esto hay una realidad que es mucho más grande y es que la esencia de la Navidad no son los adornos, ni los regalos, ni las fiestas sino que Jesús viene a nacer en tu corazón y para eso no hace falta que estés alegre, basta simplemente que lo dejes entrar.

¿Podrá nacer Jesús en un corazón roto que a veces casi no tiene fuerza ni para latir? ¿en un corazón confundido que tal vez está apagado, inerte o hasta enojado? Un corazón así no parece ser el lugar adecuado para que el mismo Dios nazca pero ¿recuerdas el pesebre de Belén? ¿cómo sería ese pesebre que recibió de brazos de María a Jesús recién nacido? No era un objeto fino, ni elegante, a él se acercaban los animales para comer, seguro estaba sucio y parecía totalmente indigno, pero justo ahí y en esa circunstancia Dios quiso que su hijo se encontrara con el mundo.

Deja que tu corazón se convierta en ese pesebre que antes de acunar a Jesús estaba vacío y gris, no tienes que hacer nada, no tienes que estar alegre, ni conforme sólo dispuesto a dejarte llenar por él; tal vez eso no cure tu tristeza y no importa, no hace falta pero al menos te llenará de paz y te dará un sentido. Piensa que Jesús se acerca a ti en forma de un bebé inocente e indefenso y te pide tus brazos para sostenerlo, se acerca sin tratar de cambiarte, sin presionarte pero al dejarse abrazar por ti te llena completamente. Dicen que es mejor dar que recibir y es verdad, pero no hay mejor medicina que saberse amado incondicionalmente, a eso nos lleva recibir el amor de Dios que, como pasó con el pesebre, nos transforma y nos da un nuevo sentido, ese pesebre jamás volvió a ser usado como antes, jamás volvió a estar vacío.

Mira a tu alrededor, ese vacío de tu corazón, tal vez de la mano de Jesús, pueda convertirse en el abrazo de alguien más, tus lágrimas tal vez puedan acompañar a otro que se sienta como tú, tu soledad tal vez pueda acompañar a un corazón como el tuyo, no hace falta estar alegre para que tu vida valga y tenga sentido, Dios aprovecha todo para tu bien y si lo dejas llega hasta ti sin pedirte nada, viene sólo a llenarte de su ternura, de su amor y llegará el momento en que la alegría regresará a tu corazón y volverás a ver la luz, pero no hay prisa, ten paciencia.

Y si tu eres simplemente alguien que está cerca de un corazón triste, no trates de alegrarlo, no trates de cambiarlo y no le temas a su tristeza, ese corazón lo único que necesita es aceptación y compañía, recuerda todo pasa, su tristeza también pasará, si te quedas a su lado lo verás.

¡Ven Señor Jesús y lléname para siempre!



 
 
 

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