“¿Por qué a mí?” “¿Por qué yo?” “Por qué tenemos que sufrir?” Tantas veces he escuchado esa pregunta y tantas veces la he planteado yo misma ante una circunstancia personal o de alguien querido y nunca he encontrado la respuesta. Y es que NO EXISTE respuesta a esas preguntas porque el dolor no tiene lógica, el dolor es injusto, simplemente el dolor no debería existir, sin embargo por más que luchemos no podemos evitarlo, no podemos escapar de él, no podemos borrarlo. Entonces ante tan cruda realidad ¿qué nos queda, qué podemos esperar?
La verdad es que Dios no nos creó para sufrir, esa no era parte del plan y si recordamos el Génesis no fue Dios el que nos dio la espalda sino que fue el hombre el que por voluntad propia se alejó de Él y decidió vivir por su cuenta, pero Dios no se resigna a la idea de que le hombre se aleje de Él y mucho más grande que la cruda y fría realidad del dolor está la realidad del amor infinito de Dios por nosotros. Dios no nos puede evitar el dolor porque para hacerlo tendría que anular no solo la libertad de los que buscan hacer el mal sino la de todos y no puede haber amor sin libertad, pero si nos prometió estar a nuestro lado siempre.
“El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11,28) Esta frase se la dijo Martha a su hermana María cuando Jesús llegó a Betania para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro y hoy esa frase es para ti que sufres, Él está aquí y te llama ¿para qué? Para consolarte, para secar tus lágrimas, para darte la fuerza que te falta pero necesita tu respuesta. Dios puede darte todo eso pero jamás te obliga a nada, necesita que respondas al llamado y voluntariamente te dejes ayudar por Él.
Seguro has oído aquello de que “Dios no nos manda nada que no podamos soportar” frase que se usa para consolar y que nunca logra su cometido, porque no es verdad. En primer lugar porque Dios no nos manda las penas, creyendo eso sólo logramos alejarnos de Él pensando que es un sádico o un tirano y segundo porque nosotros no tenemos la fuerza para soportar el dolor, la fuerza nos viene de Dios. De Dios no nos viene el sufrimiento nos viene TODO lo que necesitemos para superar lo que nos toque vivir, poco o mucho si respondemos a su llamado Él nos dará lo que haga falta para salir adelante. ¡Cuánto esfuerzo gastamos tratando de salir adelante con nuestros medios cuando Él todo lo puede en nosotros cuando lo dejamos! Es en esa respuesta cuando en medio de la pena alcanzamos a ver que estamos rodeados de ángeles que en nombre de Jesús acuden a nosotros a darnos lo que Él nos manda. Una llamada, un mensaje en el momento justo, la ayuda para realizar una tarea cotidiana que nos libera un momento, etc. ¿De dónde salen estos ángeles?
En esos ángeles nos podemos convertir todos. Es normal que cuando estamos bien demos gracias, casi siempre gracias porque por esta vez me salvé y el sufrimiento tocó en la puerta de al lado y no en la mía, pero pocas veces nos ponemos a pensar en la responsabilidad que implica “estar bien”. “Estar bien” nos da la oportunidad de convertirnos en la ayuda de los que sufren, en instrumentos para que Dios haga llegar todo su amor y providencia a los que más lo necesitan.
Estemos sufriendo o no todos podemos ayudar de alguna manera, no tengas miedo de convertirte en ese ángel, porque entonces llega un día en que acudes, abres una puerta o respondes una llamada pensando que vas a consolar o ayudar a alguien y resulta que eres tú el consolado, eres tú el que es sanado y cosas maravillosas e inesperadas suceden.
Comments