Siempre que un año termina y comienza otro nuevo, es común expresar y escuchar comentarios acerca de lo rápido que pasa el tiempo, pensar con añoranza en los momentos que se fueron, sintiendo que los instantes se nos escapan entre los dedos, en un esfuerzo inútil de aferrarnos a lo vivido sintiendo que una vez que pase lo habremos perdido para siempre ¡cómo causan angustia y desazón esos pensamientos!
Pareciera que se nos fuera vaciando el envase de años de la vida y que una vez que quede vacÃo todo habrá terminado sin remedio ¿Cómo lidiar con esa frustración, esa ansiedad, esa tristeza, ese miedo?
Yo al igual que casi todos, he vivido esas emociones muchas veces, pero fue hace muy poco tiempo que observando lo que me pasa y lo que pasa a mi alrededor pude darme cuenta de que la vida no es un lugar para quedarse, la vida es un camino para recorrer, no es un destino, la vida es un viaje y como tal se trata de avanzar, de fluir mirando cada experiencia que vivimos como un paso que nos lleva hacia adelante.
En ese mismo sentido pienso también que la vida es como un rÃo cuya naturaleza y misión radican en fluir, en avanzar sin detenerse, regando y dejando vida en las tierras que atraviesa. No es opción para el rÃo quedarse estancado en una parte del camino por hermosa que sea, porque si el agua se detiene, se estanca, se pudre y dejará infértil la tierra que se encuentra más adelante dejando de cumplir su misión. Un rÃo que se detiene se muere y deja de dar vida, porque la plenitud del rÃo sólo se encuentra en el mar donde se vuelve infinito al unirse con todos los demás rÃos que desembocan en él, si se detuviera antes de llegar al mar no llegarÃa a la plenitud.
Sólo si logramos entender la naturaleza dinámica de la vida podemos vivir plenamente, no vale lamentarse por lo rápido que pasa el tiempo, porque en realidad el tiempo no pasa ni rápido ni lento, el tiempo simplemente pasa, lo importante es
lograr usarlo para dejar que la vida ocurra. Cada experiencia vivida nos ha empujado hacia adelante, algunas veces de manera suave y algunas otras con fuerza, en ocasiones incluso la hemos pasado mal al avanzar, pero la realidad es que no estamos en el mismo lugar de antes.
Si alguna vez te has sentido angustiado, triste, desmotivado o simplemente resignado porque la vida pasa sin remedio, hoy quiero decirte que hay forma de cambiar eso porque en realidad la vida no se va, la vida se queda si sabemos apropiarnos de ella.
¿Cómo apropiarnos de la vida? Hay varias cosas que se pueden hacer para lograrlo, una de ellas es vivir con conciencia, dejar a un lado el piloto automático en el que frecuentemente caemos, observar y descubrir todo lo que vibra a nuestro alrededor a cada momento. Contar los colores, disfrutar los paisajes, ver detrás de la mirada de los desconocidos con los que nos cruzamos a diario, aprender a escuchar y sentir con todo el corazón.
También es vital agradecer todos los dÃas lo que hay en nuestra vida, desde las cosas más sencillas como la luz del sol, el café caliente de la mañana, el mensaje DE buenos dÃas de alguien muy querido, hasta las grandes bendiciones que recibimos a diario.
Aprender a recordar también cambia la forma de ver la vida. Recordar no con la cabeza sino con el corazón, es decir volver a pasar por el corazón lo vivido para traer al presente lo que aprendimos, lo que crecimos, reflexionar sobre lo que cada experiencia cambió en nosotros y poder ver lo que ganamos cada vez que perdimos algo.
Recordar también nos permite encontrarnos con las personas amadas que han muerto en su legado, en lo que sembraron en nosotros y en los demás, mirar en lo que nos convertimos gracias a ellos. Recordar no para amarrarnos al pasado sino para impulsarnos hacia el futuro.
Dentro de todo esto, sin embargo, hay algo que no me ha sido tan fácil de asimilar y es que no hay ningún ser humano que pueda acompañarnos todo el camino, algunos se quedan tan solo un breve tiempo, otros nos acompañan por largos tramos, pero al final el camino de la vida es único, personal e intransferible, solo hay dos personas que podrán acompañarte siempre: tú mismo y Dios. Él, que te ama con locura jamás se separa de ti, se interesa por tu vida terrenal y divina por lo que jamás vas solo, pero por lo mismo invierte lo que sea necesario para cuidar esas dos relaciones: la que tienes contigo y la que tienes con Dios, porque de eso depende en gran medida avanzar y poder llegar.
¿Qué nos espera al final del camino? Como al rÃo, nos espera el mar, el mar infinito y eterno del amor de Dios en plenitud con todos los demás seres humanos. Recuerda cada paso por difÃcil que sea tiene sentido, fluir, aunque parezca que dejamos atrás cosas hermosas, tiene sentido porque todo contribuye para que alcancemos la plenitud, no te rindas, sigue adelante, aunque a veces cueste creerlo el mar te espera.

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