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Dudar de Dios

¿De verdad Dios existe? Todos nos hemos hecho esta pregunta en algún momento de la vida, cuestionarse es parte del proceso de crecimiento intelectual en todas las áreas del conocimiento humano porque nos lleva a preguntarnos cosas, a abrir la mente para encontrar respuestas y lo cierto es que en la actualidad casi todos creemos de alguna manera en la existencia de Dios, parece ser que hay muchas cosas a nuestro alrededor que nos lo muestran.

Pero hay otras dudas, otras preguntas que calan en lo profundo, que duelen y que no son tan fáciles de responder ¿Dios quiere que yo sea feliz? ¿De verdad Dios me ama? Y si me ama ¿por qué entonces me hace pasar por tanto dolor? ¿Por qué no me da aquello que con tanta insistencia le pido? La pregunta entonces no es si Dios puede la pregunta es si Dios QUIERE, pero ¿sabemos que es lo que Él quiere para nosotros? ¿Cómo creer que quiere cosas buenas para nosotros si mirando a nuestro alrededor vemos tanto dolor y sufrimiento?

Es verdad, el mal y por lo tanto el dolor, la enfermedad y la muerte son parte de la vida, pero hay una verdad mucho más grande que esa: Dios nos ama, la fe no consiste en creer que Dios existe, sino en SABER QUE DIOS NOS AMA.

Pienso que dudamos del amor de Dios porque no lo conocemos, porque no sabemos mirarlo a él y no sabemos mirarnos a nosotros mismos como él nos mira. Creo también que eso pasa porque tenemos ideas equivocadas de Dios, se me ocurren algunas:

  • Dios nos prueba. Frases tan comunes que tratando de ser consuelo nos roban la paz, nos comprueban esta idea y nos apartan de Él: “Dios no te manda nada que no puedas soportar…”, “Dios aprieta pero no ahorca…” Pero Dios es nuestro padre:

“Vean que amor tan grande nos tiene el Padre al llamarnos hijos de Dios…” 1 Jn 3,1

¿Qué padre se gozaría poniéndole trampas a su hijo para comprobar su amor? ¡No dudemos! Si Dios es nuestro padre, Él no nos manda cosas malas ni tratará de torturarnos para ver cuanto aguantamos, él desea que nosotros sintamos el amor que nos tiene y que lo amemos de regreso porque esa es nuestra arma contra el sufrimiento pero, como buen padre, también nos protegerá de peligros que no alcanzamos a ver o de males que se disfrazan de bienes.

  • Dios no sufre y por lo tanto no puede entendernos ¿Has pensado alguna vez dónde estaba Dios mientras Jesús caminaba hacia el Calvario y moría en la cruz? Estaba ahí mismo porque Jesús y el Padre son el mismo Dios, nadie comprende nuestro sufrimiento mejor que él porque lo ha vivido en carne propia, quiso vivirlo para que nos supiéramos entendidos y acompañados en las adversidades de la vida, para que supiéramos como vivirlas.

  • Dios es lejano e inalcanzable. Jesús le dijo a Felipe en una ocasión:

“… ¿hace tanto tiempo que estoy con ustedes y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre…” Jn 14,9

Hace tanto tiempo que lo conocemos y no logramos verlo, Jesús es la manifestación humana de Dios ¿cómo es Jesús? Jesús es cercano, accesible, pobre, sencillo, dulce, amoroso y profundamente preocupado y ocupado en los que ama, así es Dios.

Se que muchas veces es difícil verlo, sentirlo pero ¡Dios te ama con un amor que el corazón humano no puede terminar de entender! Y si te ama no te manda el sufrimiento y no lo desea para ti ¿Qué desea entonces? Todo, lo mejor y lo perfecto para cada uno.

Dios no te “aprieta” más bien “detiene” la mano que busca ahorcarte.

Dios no te manda pruebas, te manda todo lo que necesitas para “aguantar” las situaciones de la vida.

Dice la biblia que “los caminos de Dios son misteriosos” (Ecl 11,5) es verdad, pero los destinos de Dios para ti no lo son, el destino que tiene para ti es tu felicidad, esa que tanto anhela tu corazón. Abrirse a la voluntad de Dios da miedo porque crees que su idea de felicidad es algo torcida, pero abrirte a la voluntad de Dios consiste en soltar, no tus anhelos, sino la forma en que crees deben cumplirse en ti.

¿Cómo abandonarse en Dios en medio del dolor y de las dudas? Detente y haz silencio en tu corazón; deja de pelear con todo lo que no es como esperas o como crees que debe ser y descansa en él, no quieras saber cómo ni cuándo ni a dónde te llevará solo pon el control en sus manos y suelta. ¿Te cuesta hacerlo? Cierra tus ojos, recuerda todas y cada una de las cosas buenas que te han pasado, todas las veces que te ha salvado, cuenta los regalos que has recibido, no importa lo pequeños que parezcan todos vienen de Dios, si hoy estás aquí es porque esas cosas te han pasado más de una vez. Vuelve a sorprenderte de todo como lo hacías cuando eras pequeño y agradécelo todo, poco a poco ese amor perfecto e incondicional que siempre ha estado en tu vida se hará tangible, lograrás verlo y sobre todo lograrás que te mueva, que te inspire y que te impulse.

¡Créele a Dios! ¡Cree en todas sus promesas! No estás solo ¿Sientes la suave brisa del viento? ¿Viste salir el sol hoy? ¿Algo te hizo sonreír? No lo dudes, es Dios ocupándose de ti. Entrena tu mirada, si empiezas por ver lo pequeño llegarás a confiar lo suficiente para abandonarte en sus manos y dejar que su voluntad de amor actúe en tu vida y te lleve a los destinos soñados por él para ti.



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