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Los Sueños de Dios

¡Qué bello es soñar, proyectar nuestra vida, tener metas e ilusionarnos con aquello que promete darnos la felicidad tan anhelada por todos! Cuanta emoción nos genera emprender el camino que promete llevarnos a ese destino tan deseado y que satisfacción tan grande experimentamos cuando nuestros sueños se vuelven realidad, cuando nuestros planes se concretan después de mucho esfuerzo y dedicación.

Sin embargo no siempre sucede así ¡cuántos sueños acariciados por largo tiempo se desvanecen en nuestras manos! ¡cuántos planes, cuántas ilusiones rotas ante una realidad diferente a la que esperábamos! Porque si bien es cierto que es vital soñar, planear y vivir con una actitud positiva que nos permita estar abiertos y dispuestos a buscar y recibir las cosas buenas, la vida nunca es fácil, las cosas no siempre salen como quisiéramos, los sueños no siempre se cumplen y nuestros planes muchas veces no se concretan por más que nos esforcemos. La enfermedad nos alcanza, los seres que amamos mueren, las tragedias ocurren, la gente se va, el mundo que conocemos cambia cuando menos lo esperamos. Vivimos en un mundo imperfecto, nosotros somos imperfectos, finitos y limitados, nada dura para siempre y hay mil cosas sobre las que no tenemos ningún control.

¿Qué hacer entonces con la desilusión, la decepción, el fracaso? ¿Qué hacer cuando la vida nos golpea sin piedad y de pronto nos encontramos en un camino que nunca hubiéramos querido recorrer? ¿Cómo lidiar con la incertidumbre y el miedo que nos provoca esta vida tan impredecible?

Debes saber que tú existes en el corazón de Dios desde la creación del mundo y desde entonces Él tiene para ti sueños cuidadosamente pensados y acariciados, sueños que sólo Él conoce y que significan tu felicidad completa. Lo difícil es que esos sueños no siempre coinciden con los tuyos y el camino que hay que seguir para alcanzarlos muchas veces es oscuro e incierto, por eso es necesario tomarte de la mano de Dios y dejar que Él te guíe; es necesario renunciar a la necesidad de controlar las circunstancias y dejar que Él tome el control porque lo que realmente importa es llegar al lugar que tiene preparado para ti, sabiendo que sus sueños son mejores que los tuyos y el destino mucho más bello que el que pensaste.

Es difícil pero no desconfíes, por difícil que parezca el camino, por decepcionante que parezca la situación ¡no te rindas, no te sueltes de su mano! Si las cosas parecen complicarse más aférrate a Él con más fuerza. Recuerda que los milagros existen, pero si le pides a Dios un árbol él te dará una semilla que tienes que cuidar y hacer florecer con paciencia porque es ese proceso lo que hará que el árbol que nazca de ella sea realmente tuyo para poder refugiarte bajo su sombra y cosechar sus frutos; recuerda también que recién que siembras una semilla pareciera que no pasa nada, es necesario esperar para ver como la pequeña planta surge pero cuando eso ocurre muchas cosas han tenido que pasar debajo de la tierra sin que tú puedas verlo.

¡No dudes más! Suelta, deja ir esos sueños, esos planes que no pudieron cumplirse y confía en los planes de Dios para ti; anímate a emprender ese camino que se presenta ante ti aunque parezca incierto y difícil, lucha, trabaja duro, ilusiónate, haz lo que tengas que hacer pero dejándote llevar por Él que jamás te dejará sólo, deja que te sorprenda, verás que no te defraudará y al final del camino lo comprobarás ¡sus sueños para ti eran mucho mejores que los tuyos!








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