El otro día me puse a pensar que la vida es como un enorme rompecabezas, de esos de muchas piezas que se nos entrega cuando nacemos y que tenemos que ir armando a lo largo de nuestro camino por este mundo.
Quienes disfrutamos de este pasatiempo podemos entender muy bien de que se trata, la emoción de sacar todas las piezas y empezar a identificarlas, la ilusión de convertir ese montón de pequeños fragmentos en la bella imagen que aparece en la caja. ¿Qué parte lograremos armar primero? ¿Qué piezas serán más fáciles de encontrar, cuánto nos tardaremos? Son preguntas llenas de excitación que nos hacemos antes de empezar, pero junto con ellas aparece también la duda ¿de verdad lograremos armarlo? ¿llegaremos al resultado esperado?
Lo cierto es que armar un rompecabezas es una experiencia especial, que sin darnos cuenta, nos conecta con la vida. Hay piezas de formas y colores definidos que desde que las ves ubicas a que parte de la imagen corresponden y logras acomodarlas fácilmente; hay partes de la imagen con colores hermosos y agradables que se identifican claramente, pero también siempre hay una parte que no te gusta, donde las formas, los colores se confunden y no te permiten ubicar las piezas fácilmente. Hay piezas confusas, de formas y colores desagradables que prefieres evitar lo más posible.
Es común también que de pronto llegues a una parte donde avanzas rápido, sin darte cuenta en un rato logras avanzar muchísimo, las piezas aparecen fácilmente, pero en otros momentos pueden pasar días sin que logres acomodar nada, te sientes bloqueado porque no logras avanzar, te detienes y no hallas la solución.
Ocurre también que hay partes del rompecabezas que te gustan, que te llenan de satisfacción, pero hay otras que te retan, que te complican, que te desagradan. Siempre hay piezas que prefieres dejar para el final, piezas que prefieres ignorar y no faltan los momentos en los que juras que algunas venían de más o que venían equivocadas porque simplemente no parecen tener lugar ¿Y qué hay de esos huecos que por largo tiempo se quedan vacíos? Jurarías que esa pieza falta porque buscas y buscas y ninguna pieza encaja, pero de pronto, cuando menos piensas, tomas una, por no dejar la colocas en el hueco e inesperadamente ¡encaja perfecto! No parecía ser la forma ni el color correctos “¿por qué no la encontré antes?”, te preguntas y casi siempre es porque en tu mente la imaginabas totalmente diferente y eso te impedía verla.
Típico es también que te equivoques y coloques una pieza en donde no va, parecía que era su sitio, la diferencia es tan sutil que no te das cuenta del error y eso descompone todo, una sola pieza evita que muchas más puedan acomodarse, lo increíble es que cuando te das cuenta del error un pequeño cambio lleva todo a su lugar.
Lo cierto es que poco a poco todo se va acomodando y si perseveras hasta el final te das cuenta de que cada pieza tuvo su razón de ser, de que incluso las que no te gustaron son importantes, que todas y cada una tienen un lugar indispensable en la hermosa imagen que se forma al final. Ninguna pieza falta ni sobra y aún aquellas de colores raros o desagradables, de formas caprichosas son necesarias para que la imagen se complete de manera perfecta, para que se vea hermosa.
¡Así es la vida! Todo lo que nos pasa es una pequeña pieza que es importante e indispensable en el rompecabezas de nuestra vida, todo suma para completar esa hermosa obra de arte que Dios ha soñado para cada uno de nosotros.
Sólo que en el rompecabezas de la vida no tienes la caja donde aparece la imagen final, tienes una idea de lo que debes lograr pero no siempre es claro, así que vas un tanto a ciegas, parece complicado poder armarlo sin saber cómo debe quedar, pero la razón es que es un rompecabezas que no fue pensado para que lo armaras solo, fue pensado para que lo armaras de la mano de Dios ¡él si tiene la imagen clara porque él la ha creado para ti! Sólo hace falta tener la humildad suficiente para hacer lo que te toca y dejar que él te ayude a acomodar las piezas, no donde tú crees que van, no en el lugar y de la forma en que tú quisieras que se acomodaran, sino donde él sabe que deben ir para formar esa bellísima imagen que ha soñado para tu vida, porque es la única imagen que podrá hacerte feliz de verdad.
Esa imagen que se forma con tu vida cuando dejas a Dios hacerla contigo es mucho más bella que la que tú has imaginado y sólo tú puedes armarla con él, nadie más en podrá hacerlo en tu lugar. Si tú te rindes, si te das por vencido ante la dificultad de acomodar todas las piezas, o ante la frustración de no poder acomodarlas a tu modo, dejarás un hueco en el mundo porque la belleza de la humanidad se compone de la colección de todas las imágenes que se forman con la vida de cada ser humano. Cada una de esas imágenes es valiosa, única e irrepetible, no renuncies a la obra maestra que Dios puede hacer en tu vida, no te rindas, tú vida es importante, no te quedes sin ver el resultado.
Recuerda que sólo si esperas hasta el final podrás verla completada, por favor ¡no te des por vencido antes de terminar! Deja que Dios te ayude y te guíe para que se complete la obra de arte que ha pensado para ti ¡camina, avanza, sigue intentando! Aunque sea duro, aunque sea difícil, aunque creas que no importas ¡vive, vive hasta el final!
Foto: Guadalupe Flores
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