Casi todos tenemos más o menos claro qué es aquello que necesitamos para ser felices o por lo menos para sentirnos tranquilos o satisfechos. Tenemos muy presente aquello que hemos logrado o alcanzado en la vida, aquello no queremos perder y también eso que sentimos nos hace falta.
Todos tenemos sueños, anhelos, esperanzas y también todos tenemos en nuestra vida por lo menos cosas o situaciones que nos gustaría cambiar, que nos incomodan o que nos estorban o incluso a veces grandes sufrimientos que nos roban la paz y la calma. Trabajamos, luchamos y nos esforzamos todos los días por alcanzar eso que creemos nos hace falta y por cuidar y proteger lo que no queremos perder; llevamos en nuestro corazón a nuestros seres queridos y rogamos porque nada les pase y estén con nosotros siempre.
Es común pensar que el día que tengamos o logremos ciertas cosas seremos totalmente felices o incluso solemos imaginar aquello con lo que no podríamos lidiar, aquello por lo que no quisiéramos pasar por nada del mundo, sin embargo todos sabemos en el fondo que en esta vida todo es incierto y no hay nada seguro; miramos a nuestro alrededor la triste realidad de muchos que nunca logran lo que desean o que de un momento a otro pierden aquello que más amaban.
Ante este desalentador panorama a veces el miedo, la preocupación y la incertidumbre nos atacan y nos paralizan, a veces rezamos suplicando a Dios no tener que pasar por aquello que nos asusta o pidiendo se cumpla lo que tanto anhelamos; otras veces apelamos a la suerte o la buena fortuna, a las buenas vibras y a muchas otras cosas que nos prometen bienestar o al menos tranquilidad. Nos encantaría poder controlar nuestra circunstancia y saber qué esperar de la vida, pero hagamos lo que hagamos sabemos que no es posible.
¡Si tan sólo pudiéramos dejar de preocuparnos tanto y confiar en el Señor! Sólo hay algo que es permanente y totalmente seguro: el amor infinito de Dios. No un Dios energía, no un Dios que exige, ni un Dios verdugo sino un Dios que es amor, que nos conoce y busca tan sólo nuestra felicidad.
Jesús es Dios mismo hecho hombre por nosotros, por amor. Él está cerca, mucho más cerca de lo que pensamos, nadie puede conocernos mejor que él y nadie mejor que él sabe lo que necesitamos de verdad, lo único que tenemos que hacer es abandonarnos en sus manos y dejar de controlar para empezar a CONFIAR. Pero sólo podemos confiar si en verdad creemos que él es nuestro padre bueno y que como padre jamás buscará nada malo para nosotros, que jamás nos elegirá para sufrir y que él es capaz de convertir lo peor en algo maravilloso.
¿Qué nos pide a cambio? Que le dejemos amarnos, que seamos dóciles a su voz y que busquemos caminar de su mano. Los medios para lograrlo los tenemos a la mano: la oración, los sacramentos y el amor dulce y tierno de María.
¡No tengas miedo! No sabemos que pasará ni donde estaremos mañana, pero lo que si sabemos es que Jesús estará a nuestro lado y no nos dejará caer. Vive sabiendo que Dios te escoge cada día para vivir, para amar y ser amado. Si abres los ojos del corazón verás todas las cosas buenas que Dios te regala a diario para demostrarte que a pesar de lo que pase no se olvida de ti, no podría olvidarse de ti. Vive el hoy con plenitud y espera el mañana con esperanza.

Comentarios